Aquí estoy —con la cabeza bien alta y las manos a la obra— restaurando lo fragmentado, como un Kintsugi para la vida. Tiendo puentes donde hubo división y escucho lo que nunca se dijo, con foco en el "para qué" más allá del "por qué" y el simple "qué"

Fui moldeada por el silencio de un padre que colocaba la belleza en su justo lugar y una madre que esculpía la confianza con sus manos. De ellos, heredé la precisión del artesano y el instinto integrador de quien comprende los sistemas: emocionales, culturales, biológicos.

No me limito a guiar mentes o calmar almas; las tejo de nuevo hasta la coherencia. Como psicóloga funcional y arquitecta cultural, diseño espacios —internos y colectivos— donde ocurre la transformación integradora: restaurando la inteligencia del cuerpo, la resiliencia de la cultura y el sagrado circuito de la conexión humana.

A través de Sanaa Ya Kua Wewe, desde 2020, mi trabajo se convierte en un recipiente vivo para reensamblar la plataforma humana. Cada proyecto, cada silencio que honro, se convierte en un hilo dorado, parte de un tapiz más grande donde la belleza no es un accesorio, sino una intervención precisa: un retorno a nuestra fuerza vital, de forma práctica.